Entre los tradicionalistas, es común culpar el mensajero por la mala noticia. Mismo Juan Manuel de Prada padece de este problema. Véase el artículo en el enlace colgado abajo:
http://www.abcdesevilla.es/20100529/opinion-firmas/idolatria-20100529.html
Juan Manuel de Prada me viene cayendo muy bien. Es quizá el periodista español actual que, manteniendo alguna visibilidad en los medios de información, más se acerca de los puntos de vista que defendemos los tradicionalistas. Dice mucho de lo que es importante, donde muchos lo pueden oír.
Por eso mismo hay que ser riguroso. En mi opinión, de Prada no lo fue en esto su artículo.
La economía es, como sabemos, una ciencia social. Una ciencia social de carácter multidisciplinar con contribuciones de ciencias exactas, como la matemática por ejemplo. La matemática presta su rigor al análisis económico, que estudia la realidad a través de modelos matemáticos. Son modelos multivariados, pero unos en que los cambios de cada variable se estudian ceteris paribus, es decir, manteniendo todo el demás constante. Algo que ni siempre ocurre en la realidad.
Pues bien: esto todo para decir qué? Para decir que si la economía no es una ciencia exacta, no deja por ello de ser una ciencia, objetiva y rigurosa, quizás la más rigurosa de todas las ciencias sociales. Una ciencia que no puede ser culpada por el mal empleo que pueden los gobernantes y políticos hacer de ella.
Dice de Prada que “La economía instauró un sistema de creencias, sometió el mundo a sus designios y nos explicó el papel que se nos había encomendado en ese mundo (que no era otro sino el de pobres esclavos a quienes se entretiene con el caramelo del consumismo)”. Las culpas que de Prada atribuye a la economía debería atribuirlas a la política y a los políticos. Pues son ellos los que definen los presupuestos para los modelos sobre los cuales trabaja la economía. La demostración matemática de la superioridad del modelo socialista hecha por Friedrich Engels es inatacable. Sin se poner en causa los presupuestos – como lo de que una hora de trabajo intelectual (complejo) se puede reducir a una cantidad de horas de trabajo manual, (simple) – es la matemática, y no cualquier creencia, quien da razón a Engels. Lo mismo se podría decir de la apología del liberalismo capitalista, hecha por ejemplo, por la escuela de Viena. La economía sí que explica mucho: pero lo mucho que explica depende de lo que se le pregunte y con que intenciones.
Son los políticos (los agentes y los sistemas) los que preguntan a la economía y los que transmiten a la sociedad sus respuestas, de la manera que entienden la mejor. La economía comprueba que en un mercado dejado libre se hacen más transacciones comerciales, se genera más actividad económica que en un mercado condicionado, por ejemplo, en el precio. Pero nada dice si la repartición de la riqueza generada es la más justa o siquiera la más apropiada para la replicación y sustentabilidad de más actividad económica en el futuro. Eso son interpretaciones políticas.
Si la economía fue endiosada, lo fue por quien, como he dicho arriba, se sirve de ella para sus propósitos y objetivos. Los políticos. Los mismos que prefieren ocultar las previsiones pesimistas, los avisos y advertencias que la economía, en cuanto ciencia objetiva, tantas veces produce.
Por fin, la economía en cuanto ciencia, también no tiene culpa de que los tradicionalistas no hayan todavía logrado un modelo económico alternativo, científicamente riguroso y políticamente coherente. Modelo que es imprescindible para la credibilidad de la afirmación política tradicionalista. Modelo para el cual el mercado (como fuere considerado) tiene de ser el centro, pues es el centro de la propia actividad económica. Actividad económica que necesita de una componente monetaria que fomente la componente real – porque ambas son riqueza (desde el neolítico).
Señor de Prada: no culpe Ud. el mensajero por las malas noticias! Sobretodo porque el mensajero es necesario!
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