Hierve en mí lo nativo,
Del propio nervio iberocelta,
Mas ello no es obstáculo,
Para admirar la Roma excelsa,
La Roma que civilizó,
Al godo caminero,
La Roma de Itálica,
Que en Conimbriga recreo,
Roma es mi lengua y mi cultura,
Roma es mi alma y mi cabeza,
Roma es la madre de la Hispanidad,
Aún se habla en sus piedras,
Las ruinas del foro,
Gritaban al viento,
En el cerro escarpado,
En el campo yermo,
El color del mármol,
La quietud de las columnas,
Las trabajadas termas,
Las horas fecundas,
Cuánto sabio silencio,
Ante el suave paso del aire,
Entretanto, aquellas ruinas,
Un día, edificio formidable,
¿ Cómo que el teatro parece escondido ?
¿ Cómo que las lápidas yacen desvalidas ?
Con todo, los estragos del tiempo,
Permiten percibir la vida,
Y allí donde estuvo Roma,
Floreció el Cristianismo,
Sus primeras basílicas,
Se ofrecen como testigo,
En mi Península Ibérica,
Con las ruinas romanas,
De Conimbriga a Itálica,
Absorbiendo tierras hispanas,
Y así, las patrias más romanas,
Son España y Portugal,
Y yo soy todo un español,
Enamorado de la Lusitanidad.
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